Falla San Ramón: Viva con Ella

Falla San Ramón: Viva con Ella

Por Rubén Boroschek, profesor titular del Departamento de Ingeniería Civil de la Universidad de Chile.

Parafraseo el nombre de una reconocida película española, porque creo que no podemos seguir ocultando el elefante en la habitación. Desde hace muchos años sabemos que existe la Falla San Ramón. En los estudios sísmicos de los años 60 ya el destacado ingeniero Arturo Arias consideraba la ocurrencia de un sismo en ella cuando realiza su evaluación del Centro de Estudios Nucleares La Reina. Lo que ha ocurrido más recientemente es que una serie de estudios geológicos y sismológicos liderados por los profesores Gabriel Easton y Sofía Rebolledo y por el Centro Sismológico Nacional de la Universidad de Chile le han dado realidad a esta falla, al ponerle datos duros. 

Ahora sabemos que su traza es de al menos 50 km, extendiéndose desde Barnechea-Vitacura hasta Pirque, que es capaz de generar terremotos de magnitudes cercanas a los Mw 7.5 y que ya han ocurrido dos de ellos, con grandes desplazamientos superficiales, en los últimos 14.000 años. 

Es, definitivamente, una falla activa. Pero esta confirmación genera una situación preocupante para los ingenieros estructurales. Nuestras normas indican que ante la presencia de una falla activa deben realizarse acciones y estudios especiales, pero ¿cómo sé dónde hay una falla activa? y ¿qué estudios deben realizarse? y ¿quién los desarrolla?, ¿en qué plazo? y ¿quién los debe pagar? Lamentablemente, no existe en el país una base de datos de fallas activas y mucho menos sus características básicas como ubicación, tamaño y orientación, magnitud máxima esperada y recurrencia sísmica. No es labor del ingeniero estructural definir estos parámetros. 

Una vez definida su nivel de actividad, la posibilidad de ruptura en superficie y la intensidad y características de su movimiento, el ingeniero estructural podrá diseñar en sus cercanías estructuras con un desempeño acorde a los deseos del propietario, respetando la normativa. 

Nos queda pendiente, eso sí, discutir si es conveniente fundar en la zona de ruptura. Esto último no debe ser solo un tema de probabilidad de ocurrencia y ruptura (que en el caso de FSR es muy pequeña, pero real), sino filosófica. Efectivamente, estructuras críticas o todas podrían estar prohibidas sobre o en las inmediaciones (excluyo aquellas que pasan sobre puentes o similares). Pero no podemos negarnos a considerarlas y reconocer que hay un vacío de información que nos afecta. Esto lo debemos abordar como comunidad, profesión y como país. También debemos preocuparnos de qué hacer con estructuras críticas existentes que están fundadas muy cerca o sobre la falla, hospitales, centros de alta tecnología o contaminantes o indispensables para el bienestar de la comunidad. Para las existentes: ¿debemos crear redundancia o robustecerlas?

La reciente declaración de la Comisión Especial de la Cámara de Diputados sobre limitaciones a la construcción sobre la Falla San Ramón y sus alrededores nos muestra que como país queremos actuar y que los ingenieros estructurales tenemos que mostrar nuestros puntos de vistas. Necesitamos hacerlo no solo para la FSR, sino para todas las fallas activas conocidas. Como mínimo es indispensable que el Estado, a través de un organismo, tenga una base de datos actualizada de estas amenazas. Pero esto no debe ser solamente labor de Estado, también es responsabilidad de los privados, los cuales deben estar obligados a compartir los estudios sobre fallas y su actividad sísmica a un repositorio regulado común. Solo así podremos tener como país un desarrollo sustentable y saber cómo manejar estos elefantes (fallas geológicas activas) en forma apropiada.