Día de la Madre: Historias de ingeniería y pandemia

Día de la Madre: Historias de ingeniería y pandemia

Entre planos, preparación de clases, reuniones y clases vía zoom, juegos e interrupciones varias, pero también muchos abrazos y besos, han pasado varias ingenieras estructurales que, primero, son madres. Acá cuentan las dificultades de este tiempo en pandemia y agradecen, sobre todo, el tiempo compartido con sus hijos.

La pandemia ha tenido un enfoque de género en sus consecuencias, y las mujeres se han visto particularmente afectadas. De hecho, su participación laboral cayó desde un 53,3% en enero de 2020 a un 46% a marzo de 2021. Asimismo, se ha visto tensionado el rol profesional de ellas con la conciliación de la vida familiar y el tiempo dedicado a las labores domésticas y las tareas de cuidado de hijos y adultos mayores.

Por ello, conversamos con cuatro ingenieras que son mamás, para saber cómo ha sido su experiencia de compatibilización de la vida laboral con sus roles de madre. Esto nos contaron.

Elisa Gallardo: Mujeres, diosas del multitask

Desde Temuco, Elisa Gallardo cuenta que si bien hasta principios de 2020, podía compatibilizar el trabajo en la universidad con los proyectos de ingeniería, pero hoy está completamente dedicada a la docencia en la Universidad de La Frontera, en el área de estructuras en la carrera de ingeniería civil: “el Covid me pegó y tuve que quedarme con un mínimo de lo que hacía antes para recuperar la salud”, dice.

Para ella ha sido muy difícil coordinar los tiempos y espacios de la casa. “Tener niños pequeños implica estar atenta a sus clases (están en kinder y 3º básico), realizar tareas, al mismo tiempo en que tengo que estar concentrada en el trabajo”, cuenta. ¿Cómo lo hace? “Hay que compensar la disminución de la productividad en ese horario, con terminar la jornada laboral mucho más tarde, pero los niños quieren estar con mamá, contarte lo que están haciendo y compartir tiempos más allá”, añade. 

Si bien los proyectos ya los hacía en modalidad de teletrabajo, en la docencia fue un mundo nuevo. Por ello, la planificación y la coordinación ha sido fundamental, junto a la colaboración de toda la familia. Y hoy, a más de un año del inicio de la pandemia, cree que “si antes las mujeres nos considerábamos secas para el multitask, ahora somos diosas” y ríe.

Al mismo tiempo, agradece el tiempo que ha tenido con sus hijos, poder verlos crecer, jugar, divertirse en el día, ayudarlos con alguna tarea del colegio, atenderlos cuando lloran, recibir besos y abrazos mientras trabaja, ser interrumpida por una historia divertida. “Compartir su mundo y mi mundo ha sido maravilloso. Sentir esas risitas y abracitos pequeños te llenan el corazón y te animan a seguir, a pesar de lo cansador. Los tiempos difíciles son los que más enseñanzas nos dejan y hay que quedarse con lo bueno”, concluye. 

Marina Galleguillos Orellana: Querer rendir de igual forma

Esta ingeniera civil de la Universidad de La Serena lleva 12 años de profesión y desde hace tres trabaja en VMB Ingeniería Estructural, como ingeniera de proyectos.

En la actualidad, está en modalidad de teletrabajo, aunque desde diciembre a marzo trabajó de manera presencial. Hoy, desde su departamento, debido al alza en los contagios, cuenta que su hija Amalia de 6 años está en primero básico y fue bastante complejo trabajar y ver las clases con ella. “Empezamos de manera muy improvisada ocupando el comedor como oficina y colegio, y, además, hacer las tareas domésticas, que quedaban como última prioridad. Afortunadamente, este año nos hemos organizado mejor, cada una en su espacio y ella maneja un poco más el computador, aunque siempre atenta a lo que necesite y a lo que piden en las clases”, afirma.

De este tiempo, considera que lo más complejo ha sido querer rendir de igual forma en todo: “Hay un tema de compromiso y responsabilidad que tengo muy inserto y muchas veces los días se me hacen muy cortos, porque hay tanto que hacer y trato de dar lo máximo en cada aspecto, lo que resulta un poco estresante, pero aún así agradecida de poder desempeñar mi trabajo de forma remota y poder compartir estos momentos con mi hija”. Y es precisamente ello lo que destaca más: “escucharla en sus clases, sus respuestas, estar ahí para ayudarla en algún momento de frustración, nos hemos unido mucho más las dos, hay más confianza y complicidad”.

Y Marina también destaca el apoyo de sus jefes y compañeros de trabajo, ya que “como mujer y mamá ingeniera me he sentido siempre super bien acogida. Me encanta lo que hago y creo estar entregando un gran ejemplo a mi hija, para que ella sea una gran mujer, feliz en el camino que elija”.

Débora Riquelme: Cuidar la salud mental

A través de RSM Ingenieros Ltda., Débora, junto a un socio, se dedica, principalmente, al diseño de obras marítimas y puertos, junto con hacer asesorías técnicas y evaluación de estructuras existentes. 

Ella y su hija partieron en modalidad de teletrabajo desde el 13 de marzo de 2020 en un departamento de dos dormitorios. “Fue un período de adaptación, que nunca terminó” reconoce, por lo que luego de un tiempo, se cambiaron de casa y cerraron la oficina, con lo que tuvo más espacio y pudo poner dos escritorios juntos para estar juntas la mayor parte del tiempo: “Convivo entre planos con arena mágica, plasticina, lápices, nuevos dibujos, videollamadas, etc.”.

Débora confirma que lo más gratificante ha sido poder estar con su hija la mayor parte del tiempo. “En parte, la pandemia fue un deseo cumplido, he podido enseñarle cosas, conocerla más, ver cómo avanza en su crecimiento, protegerla. He podido estar presente si necesita consuelo, o si quiere un abrazo; y siento que eso le ha ayudado a potenciar su personalidad”, precisa Debora. 

Sin embargo, “ha sido todo muy estresante”, confiesa. “Al principio, con mi socio trabajamos hasta muy tarde, dormíamos con suerte dos horas y vuelta al trabajo, aunque ahora se ha ido regulando de a poco. Pero siempre son más horas de las que trabajaba en la oficina y siempre está allí mi silla lista esperando para que trabaje”, añade. Eso -reconoce- le ha afectado la salud, puesto que “hay momentos de angustia, depresión, ganas de salir corriendo”, porque “falta la parte humana”.

Pese a ello, continuará en teletrabajo, como decisión personal, incluso sin pandemia, dado que este escenario “me ha traído más beneficios que pérdidas, sobre todo por el crecimiento de mi hija, el poder estar presente para ella y conocernos mutuamente”. Aunque también cree que es necesario y relevante incorporar en la rutina del teletrabajo un tiempo de ayuda mental, para que no crezcan los problemas de depresión, el sentido de que te abandonaron para producir. “A mí me ha ayudado el crear una huerta en mi casa, salgo de la rutina, pienso en otras cosas y, a la vez, consumo mis cosechas, así que no está nada mal”, finaliza.

Daniela Taylor Sepúlveda: Lo más difícil está afuera

Daniela trabaja en ingeniería de detalles para proyectos mineros en Worley. “Me encanta mi trabajo, me encanta calcular, coordinar, gestionar equipo, me encanta un trabajo bien hecho gracias a muchos, me llena y gratifica de infinitas maneras”, declara.

Hoy está en modalidad de “teletrabajo, telecolegio, teletodo”, dice riendo y, a la vez, se muestra agradecida por seguir trabajando y recibiendo su sueldo mes a mes, “mientras que afuera la gente trata de sobrevivir, ya que no posee permiso para trabajar fuera de casa, ingeniárselas para sacar adelante a su familia”.

Dentro de su casa, si bien está mejor que muchos chilenos, comenta que no ha sido fácil, “la cantidad de sobrecarga es ruda, tener en casa todo mezclado se vuelve cuesta arriba muchas veces. Tener niños pequeños que no entienden que mami trabaja en casa y no puede estar para ellos a cada momento”. Y lo mismo le sucede a su marido, ya que no hay descanso ni respiro. 

Y con todo, lo más gratificante para Daniela es ver a sus hijas crecer todos los días, paso a paso, e interpretar la vida, “haciendo preguntas difíciles pero divertidas, jugando, criándose juntas, peleando, pero amándose a la vez, almorzar todos juntos, abrazarlas fuerte si tuvieron una jornada muy desafiante en el telecolegio, estar ahí para ellas”. Además, puede compartir con su marido la crianza y educación, funcionando como equipo y apoyándose como profesionales también.

Por ello, siente que lo más difícil está afuera, en la guerra invisible contra el coronavirus, realidad que ella palpó con la partida de su padre el 1 de junio de 2020 y el que describe como “uno de los acontecimientos más duros que me ha tocado vivir”, porque “no pude estar con él sus últimos días”.

Es así como en este Día de la Madre quiere agradecer a la suya, “la más grande e importante, a mi marido que muchas veces le toca ser madre, a mis amigas que no tienen hijos, pero a veces necesito una ‘amiga madre’ que me apapache y aconseje”. 

Asimismo, envía un enorme abrazo a todas las madres civiles estructurales, “que buscamos la equidad en este mundo de la ingeniería que alguna vez fue solo de hombres y hoy lo estamos construyendo juntos, que sigamos así porque la equidad no es una utopía, sino que ya es casi una realidad. Nosotras que criamos niñas y niños, podemos en nuestro lenguaje y crianza aportar con el cambio por un mundo más inclusivo y equitativo”.