02 May 2019 Opinión: Actualización de la NCh2369, la pieza faltante del puzzle
Por Tomás R. Núñez, director de AICE
Luego del devastador terremoto del 27 de febrero del 2010 (Mw=8.8), donde la gran mayoría de estadísticas, datos y prensa estuvo enfocada en edificios y estructuras habitacionales, poco se habló de los resultados y desempeño sísmico que tuvieron las estructuras con vocación industrial, especialmente en la zona afectada: minería, energía, celulosa, vitivinícola, agrícola, entre otras, y cuya normativa sísmica, la NCh2369, se ponía a prueba.
Tuve la oportunidad de recorrer desde Santiago a Valdivia, el día después del terremoto de 2010, en un viaje que duró un mes por tierra, debido a la falta de conectividad vial. En ese viaje, realicé el rescate, revisión y envío de todos los registros del terremoto del 2010 pertenecientes a la Red de Cobertura Nacional de Acelerógrafos (RENADIC), del departamento de Ingeniería Civil de la Universidad de Chile, junto a Ricardo León, gran amigo y conocedor de la red.
Estos registros constituirían la materia prima para poder revisar nuestras normas y generar lecciones aprendidas con datos duros que permitían aprender de este laboratorio natural llamado Chile.
Sin embargo, hubo que esperar hasta noviembre de 2014 para comenzar a trabajar en la actualización de la NCh 2369, a través de un comité técnico que tuvo la misión de aportar con su experiencia e incorporar nuevos actores dentro de la discusión, en sesiones que se extendieron por 24 meses.
El tiempo dio sus frutos y hoy en día contamos con un anteproyecto de norma, que fue sometido a consulta pública y que cuenta con casi mil (sí, mil) observaciones, comentarios y propuestas.
Da para pensar en el vaso medio lleno, tomando en cuenta que la cantidad de observaciones está ligada al gran interés y expectativas que se tienen para una norma que cubre a toda la industria chilena, en donde ingenieros estructurales como stakeholders han tomado partido, con voz y voto, y han tenido la posibilidad de realizar propuestas, las cuales se están revisando actualmente, durante las sesiones del comité en el Instituto Nacional de Normalización (INN).
La incorporación de nuevas estructuras, como las portuarias o las asociadas a energías renovables, han tenido gran aceptación, así como el formato, que incluye los comentarios aclaratorios a la derecha de cada numeral de la norma.
Sin embargo, considero que el grado de innovación no ha sido proporcional a la cantidad de datos, información, investigación y experiencia que se ha acumulado desde el 2010 a la fecha.
Temas tan importantes, como la demanda a través del espectro de diseño, se han mantenido intactas, teniéndose las herramientas y la capacidad técnica como para poder revisarlas y mejorarlas.
La omisión de estructuras como las plantas solares, la definición de un espectro que toma en cuenta antiguas especificaciones técnicas para definir un espectro solamente asociado a los aerogeneradores, la omisión de un diseño por desempeño en función de variables económicas asumiendo la diversidad de industrias y que no necesariamente requieren continuidad de operación y la intervención de estructuras existentes (proyectos brownfield) son algunas de las variables que creo faltó agregar dentro de este anteproyecto. Sin embargo, no tengo la certeza de que exista un consenso por innovar o incluirlas.
Tal vez porque tenemos buena fama en lo que a ingeniería sísmica se refiera, tal vez porque la frase “siempre lo hemos hecho así y así ha funcionado” o porque simplemente no nos atrevemos a innovar, es la parte del vaso medio vacío que vislumbro.
Puede que nos estemos farreando la posibilidad de incorporar el desarrollo de ingeniería entre 2003 y 2019, o simplemente la norma es tan buena que no merece cambios mayores.
Será hasta dentro de 25 a 30 años donde podremos responder, con certeza, estas interrogantes, cuando seamos nuevamente protagonistas de un gran terremoto.