Gonzalo Santolaya: “La especialidad está subvalorada”

Gonzalo Santolaya: “La especialidad está subvalorada”

AICE tiene un nuevo Ingeniero del Año. Se trata de Gonzalo Santolaya De Pablo, fundador y gerente general de Santolaya Ingenieros Consultores, quien cuenta con 45 años de experiencia profesional y más de 2.000 proyectos calculados.

“No me lo había imaginado ni por lejos”, dice Gonzalo Santolaya, el Ingeniero del Año AICE 2022, pocos días después de recibir este reconocimiento entregado por sus pares ingenieros estructurales, en el 15° Congreso Anual de AICE, realizado en el hotel Enjoy de Coquimbo.

“No me lo esperaba, porque la falta de ego no me había permitido pensar que podría ser merecedor del premio”, prosigue, pero “después que uno lo piensa, claro que sí: 45 años trabajando en este tema, haciendo empresas, destacando en números. Sin duda, soy el que más edificios calculados tiene en Chile, eso es un aporte, pero no ando persiguiendo premios por la vida, la verdad es que me sorprendió mucho cuando me llamó Ian Watt, para decirme que había sido seleccionado como calculista del año”, recuerda.

De esta manera, Santolaya se convirtió en el profesional número 19 en obtener este galardón y el primero en tener una carrera completamente dedicada a la práctica profesional. Aunque “ha habido varias personas que no son exclusivamente del mundo académico que han sido elegidas, como Ramón Montecinos el año pasado, Marianne Küpfer, René Lagos, Rodrigo Mujica, en estos premios, uno siempre tiende a pensar que se destacan a académicos e investigadores”, precisa. Por eso, “me alegró mucho que la mesa también eligiera a gente que hemos estado muy lejos de la academia y de la investigación, como yo”, añade, reconociendo que fue profesor auxiliar de hormigón postensado y de talleres en la escuela de ingeniería UC, pero la experiencia ha sido poca. 

Desde el ámbito gremial, fue integrante de la mesa directiva de AICE, por lo que conoce de cerca el trabajo de la Asociación. Asimismo, el Ingeniero del Año 2022 ha tenido una activa participación en comités de normas.

Ian Watt, Gonzalo Santolaya y Tomás Guendelman.

Usted participó en los Comités que corrigieron los Decretos 118 y 119 después del terremoto de 2010. 

Sí, en los decretos post terremoto, todos los que trabajamos en la ingeniería práctica nos dimos cuenta que teníamos la obligación de participar y aportar para que esos decretos salieran bien hechos, porque en momento de pánico, que es lo que pasó después del terremoto, si uno se pone a legislar con pánico, las cosas no salen muy bien. 

¿Fue lo que pasó en un inicio?

En mi opinión así fue. En nuestra especialidad, la tentación de ponerle más por seguridad no es buena, tenemos que diseñar con lo justo, con lo que corresponde. Las estructuras merecen lo que hay que ponerles, la tecnología nos ayuda cada día más a tratar de tener modelos más exactos, y siempre he sido enemigo de la exageración por exagerar. Es una responsabilidad cuidar el costo de los proyectos. Por eso, entendimos todos en las oficinas de proyectos que teníamos que participar en estos comités y, de hecho, varias de las oficinas participamos activamente, junto a los académicos e investigadores, para poder lograr estos decretos y, por supuesto, los que estamos aplicando la ingeniería práctica en un proyecto que se va a construir mañana, tenemos miradas distintas a quienes están investigando, redactando una normativa, para que otros la apliquen y que no la van a usar en un proyecto específico. Eso ha sido histórico, no es que sea una particularidad de la ingeniería en Chile, ha sido igual aquí y en todas partes.

Con eso surgieron los decretos 60 y 61.

Claro, y se usan hasta hoy, fueron hechos con el compromiso de que se iba a redactar una nueva norma, pero todos sabíamos que iban a pasar años, ya van 11, y no sé cuánto tiempo les queda. En general, estamos todos contentos con esos decretos, excepto algunas cosas que nos gustaría modificar, porque quedaron sobreexigidas o sobrevaloradas, pero en general, creo que esos decretos reflejan exactamente y mejoran conceptualmente lo que aprendimos del terremoto. 

Hay que tener humildad, el terremoto nos enseñó, primero, que la ingeniería en Chile era extremadamente buena, como siempre lo he defendido. Y segundo, había cosas que no se habían considerado, y que los sismos se habían encargado de no enseñarnos, porque ese fue un sismo distinto. Y así fue como se hicieron grandes cambios en dos ítems: la clasificación de suelos y el diseño para lograr ductilidad en muros de hormigón, que reflejan exactamente el motivo de las fallas que el terremoto del 27F nos dejó.

Todos los edificios fallaron por estas cosas: por tener suelos mal clasificados y por tener muros de hormigón sub armados, que no tenían ductilidad y reventaron.

Aprendizajes de la disciplina

¿Esto se ha puesto a prueba con algunos sismos posteriores al 27F?

No ha habido otro 27F, el único terremoto importante fue el 2015, en Coquimbo y a nosotros en Santiago, siempre nos pareció que era un temblorcito, donde tienes números impresionantes, con una magnitud de 7.8, que es un número que asusta, pero en la región de Coquimbo la muestra de edificios es ínfima, comparada con Santiago.

Para poner a prueba la edificación en Chile, hay que tener un terremoto grande en Santiago, porque es acá donde está la gran masa de edificios.

Hasta hoy, seguimos con los decretos 60 y 61 y no hemos tenido otro terremoto tan significativo como el 27F. En ese escenario, ¿cree que hay que mejorar cosas?

La ingeniería sísmica la vamos aprendiendo en base a terremotos, por eso es importante tener una buena red de estaciones sismográficas, porque nos enseñan mucho. Y es bueno tener hartos terremotos en el cuerpo con varios edificios. La primera gran prueba importante de la ingeniería en Chile es la del 2010; el año 85, la cantidad de edificios era muy menor, la explosión de edificios que hubo en Chile entre el 85 y 2010 es muy importante, me atrevo a decir que 70% de los edificios que hoy existen en Chile fueron construidos después del 85.

Nosotros como oficina, en 1985 estábamos empezando y teníamos 10 edificios, hoy contamos con 2.300. Hoy estamos tranquilos con los requerimientos normativos que estamos usando, recogen toda la experiencia y conocimientos que hemos aprendido de los distintos terremotos.

Me parece relevante un tema en el que debemos estar muy atentos, y es ayudar a generar desde un inicio a nuestros clientes, arquitectos e inmobiliarios, proyectos sanos estructuralmente, y que éstos no logren un nivel tal de desarrollo que cuando llegan a nuestras manos, cuesta mucho o no es posible, volver atrás y replantearlos completamente, y terminamos calculando obligadamente proyectos mal concebidos, y que terminan siendo carísimos, insanos estructuralmente hablando, y potencialmente susceptibles de fallar.

¿Podría dar la falla de San Ramón un aprendizaje distinto?

Podría ser. Cuando no se entiende, uno tiende a pensar que un terremoto Magnitud 8 es igual a otro terremoto Magnitud 8 y eso no es así. Un terremoto 7.5 en Ciudad de México, probablemente produzca un descalabro impresionante, en Chile con un 7.5 seguimos durmiendo, porque el suelo es muy distinto y ahí el suelo es un factor fundamental en el grado de daños de un edificio. Afortunadamente, en Chile la gran cantidad de edificios se concentra en zonas de suelos buenos, como Santiago, que tiene recién suelos que se echan a perder en la zona de Macul y en Huechuraba, pero la gran zona de Santiago construida, que son las comunas de Barnechea, Vitacura,Las Condes, Providencia y Santiago, estamos montados sobre una grava que es extraordinaria. Esa es una suerte.

Entonces, este terremoto -dadas sus características, de que fue un terremoto de una falla lejana pero larguísima, 400 y tantos kilómetros, que lo hizo además especial por su duración en el tiempo, aprox 90 segundos y con ondas de baja frecuencia exigió un requerimiento altísimo de deformaciones en los edificios, que nunca había sucedido en sismos anteriores , fue lo que produjo la falla en los muros de hormigón. Nunca habíamos tenido un terremoto de esas características, y ésta es sin duda la gran enseñanza de este sismo, que debemos garantizar que los muros deben tener ductilidad en las secciones críticas. Desde la parte técnica, creo que tenemos todo cubierto, pero no sé qué características pueda tener un terremoto en San Ramón. Probablemente, sería muy distinto al 27F, porque la falla estaría localizada muy cerca de la gran cantidad de edificios, sería muy superficial, en terreno bueno. Entonces, mientras un evento no nos enseñe más cosas… pero cada día las variables que se pueden quedar atrás son menores.

¿Y qué aprendizajes dejaron los tsunamis?

Estoy lejos de ser un experto en tsunamis. No los conozco, sé que ha habido tsunamis con terremotos más pequeños o más grandes, en la costa chilena hay zonas donde no se producen y eso depende del fondo oceanográfico. Creo que en Chile tenemos muy poco conocimiento en los tsunamis y me parece que los protocolos que hoy se están aplicando respecto a actuar, dando la alerta oportuna, cuando ocurren sismos sobre MW 7.5 y bajo 7.5, no se haga nada tan generalizado, me parece bien.

Pero creo que es un peligro latente sobre el cual hay poca tecnología, poco estudio, de realmente diferenciar zonas potencialmente más peligrosas que otras.

Dolores y desafíos de la disciplina

Al preguntarle por los dolores de la especialidad de ingeniería estructural, Gonzalo Santolaya admite que desde que empecé a trabajar, los honorarios son exactamente los mismos en términos de UF”.

Cuenta que esto tiene un origen desde que el ingeniero cobraba un porcentaje del costo, lo que se tradujo en una fórmula: equis UF por m2, y “yo llevo 45 años en esto y los honorarios siguen siendo los mismos; me parece que somos subvalorados, es una especialidad difícil de mantener, las oficinas grandes la pasamos muy mal con esta realidad, porque sin duda somos subvalorados”, dice.

El ingeniero cuenta que “el honorario de cálculo de un edificio hoy está del orden del 0,5% del costo directo de construcción, que equivale al 0,3% de la inversión y eso es bajísimo, es extremadamente bajo para la responsabilidad que tenemos: tenemos una injerencia directa en un edificio sobre el 40% del costo, que es la obra gruesa, y nuestros honorarios ni siquiera superan el 10% del costo del fierro utilizado. Y tenemos responsabilidades civiles y penales. Es una especialidad agreste, uno quisiera ver al equipo mejor pagado, pero no se puede. Cuando me preguntas por los dolores, no quisiera hablar de honorarios, pero es así”, sostiene.

¿Ve posibles soluciones?

No, porque es una cuestión de mercado. Desgraciadamente, el inversionista, el mandante no es alguien que entienda que habemos distintas clases de calculistas y que no todos somos iguales, entonces nos ven como un commodity y cuando esos gerentes de empresas no entienden, creen que contratar a un ingeniero por un 20% menos del honorario, está haciendo un excelente negocio, y no se está dando cuenta que está contratando a alguien que si le llega a colocar 10% más de fierro, está gastando un honorario completo en exceso de lo que debió haber pagado. Entonces, cuando uno quiere, con la experiencia que ya tenemos, modificar el honorario al cliente, se da cuenta que hay una oferta de ingenieros que están felices de hacer los proyectos por los mismos honorarios de hoy y en 40 años no hemos logrado mover los honorarios un céntimo, en términos de UF, por lo tanto, no veo que en los próximos 20, 25 años esto vaya a cambiar.

¿Y cuáles son los desafíos actuales?

Creo que es la tecnificación, la tecnología, la innovación, el desarrollo, muchos de los desafíos que tienen todas las empresas, pero en el caso nuestro es particularmente importante, porque creo que tenemos que ponernos muy eficientes. Debido al mismo problema de nuestros honorarios, tenemos que controlar muy bien los costos, porque los proyectos son cada vez más complejos. Hoy la ejecución de un proyecto implica muchas más horas hombre de las que tenía hace 40 años, cuando yo empecé a trabajar, por la cantidad de información que hoy uno entrega, por la calidad de los planos, etc. Entonces, tienes que hacerte muy eficiente en el uso de las tecnologías, de los software, de manera de producir sin perder la calidad y el control del proyecto, aumentando la eficiencia.

Y aquí hay un punto que es fundamental, hay software que uno puede comprar como un paquete, una caja negra que se supone que hace los edificios sola. Eso es lo más peligroso que puede existir, porque el ingeniero empieza a perder la sensibilidad de lo que está pasando. A un buen ingeniero, las estructuras le tienen que hablar, tiene que sentir por dónde le duele y cómo se está comportando, imaginárselas cómo se deforman, etc. Siempre he dicho que a uno las estructuras le hablan, si no tengo esa sensibilidad y me meto en una caja negra, puedo hacer edificios a muy bajo costo, pero con un tremendo problema y con una nefasta experiencia. Ese es el riesgo: mantener la calidad, la buena ingeniería, pero de verdad tratar de bajar los costos, mejorar la eficiencia, a través de tecnología.

En ese sentido, ¿cómo ve que salen preparadas las nuevas generaciones de ingenieros estructurales?

Soy un poco crítico, porque creo que salen muy tecnificados, pero me parece que a las generaciones más jóvenes les falta eso de la sensibilidad con la estructura. Hoy salen menos preparados que nosotros, porque también hace 45 años atrás, la forma de enseñar y las tecnologías que teníamos eran mucho más manuales, más entendibles que hoy. Ahora el peligro es manejar cajas negras en las que no sabes interpretar los listados de resultados. 

Su legado

¿Cómo ve el panorama actual en Chile?

Por el año 80, a poco de partir con esta empresa de cálculo, decidimos con un hermano incursionar en la construcción y después en el ámbito inmobiliario, y es lo que estamos haciendo hasta hoy, tenemos la oficina de ingeniería, la constructora y la inmobiliaria, y por razones estratégicas y familiares, hace aproximadamente 15 años separamos esas empresas, pero hoy me permite seguir hablando en plural, aunque no tengamos que ver nada con la constructora.

La visión que tengo del mercado y de lo que vienen los próximos dos años, es mala. Y espero equivocarme, como reconozco que lo he hecho muchas veces en los años anteriores, pero esta vez parece que desgraciadamente no es así. Es mala, porque durante la pandemia, el último año que llevamos con la economía mundialmente mala y lo que nos falta de malo, hay muchos proyectos que no se han empezado a construir. El mercado financiero, que se echó a perder y se encareció, hay muchos proyectos que están encarpetados, sin construir, porque las ventas también se han echado a perder y toda esa cadena implica que nuestros mandantes tienen proyectos listos para construirse y no tienen necesidad de mandarnos a calcular nuevos proyectos. Creo que la secuencia lógica nos indica que el próximo año las oficinas de ingeniería vamos a tener una baja importante en los proyectos, por desgracia, porque eso significa desempleo. Y como todo ciclo, me lo imagino mejorando después del 2023, pero creo que vamos a tener una sequía de proyectos el próximo año.

¿Y tienen planes de salir al extranjero?

Nunca lo he mirado, alguna vez pensamos ir con la oficina de ingeniería a Perú, pero los honorarios en Perú son mucho más bajos que los nuestros, hacer ingeniería desde Chile para Perú es imposible, y nunca he tenido intención de salir al extranjero ni con la inmobiliaria ni con la ingeniería.

¿Por qué obra le gustaría ser recordado?

Proyectos hemos hecho muchísimos y muy lindos. En este minuto, se me ocurre un edificio emblemático que es el edificio de oficinas de Apoquindo con Américo Vespucio, llamado “el canasto”, y otros proyectos muy grandes y complejos en su desarrollo, como el de Tobalaba con Apoquindo.

Fuente: @ipoduje

¿Y por sus obras sociales?

Afortunadamente, toda mi familia, señora e hijos, hemos estado siempre ligados y cercanos en actividades sociales, pero no quisiera extenderme en eso, no me gusta hacerlo, mejor dejarlo en privado, excepto y solo con el propósito que otros lo hagan, decir que todos quienes hemos tenido suerte en la vida, podemos y debemos tratar de mejorar y entregar educación a quienes teniendo capacidades para estudiar, no pueden hacerlo por motivos económicos, y por eso creamos una corporación educacional, absolutamente familiar y estamos atentos para ayudar a quienes lo necesitan, solo educando y generando trabajo podremos algún día lograr que este país logre ser desarrollado.

¿Qué mensaje le daría a sus pares?

Que no vayan en la dirección de disminuir calidad de los proyectos, disminuyendo costos por necesidades, que si hay que dar la lucha de que seamos mejor valorados, tendremos que darla para mejorar esos honorarios y esa valoración, pero que en la ingeniería no se puede jugar con la calidad, y es un mensaje que se lo puedo dar a muy pocos, ya que afortunadamente son pocos los casos también de malas prácticas, y al contrario nuestra ingeniería estructural es un orgullo para quienes la practicamos, y así somos reconocidos mundialmente, como lo fuimos después del 27F.